«Fue en Boston donde René Lacoste obtuvo en 1923 su sobrenombre de «Cocodrilo», una mañana estaba paseando por las calles de Boston con el capitán de su equipo, Pierre Guillou, cuando pasaron por delante de un artesano del cuero y le propuso, bromeando, que le regalaría una maleta de piel de cocodrilo si ganaba el partido de la tarde. René Lacoste perdió aquel partido, pero la anécdota llegó a un periodista del Boston Post, George Carens, que se inspiró en ella para otorgarle el sobrenombre de «el cocodrilo»».
El escaparate mostrado a continuación hace referencia a este conocido reptil, tan ligado a la marca Lacoste.
La idea surge a raíz de querer unir una de las marcas más conocidas a nivel mundial con algo que, realmente, siempre me ha impresionado, como es el caso de la cultura maya.
Para ello, la figura del cocodrilo representa, por una lado, el logo de Lacoste y, por otro, la imagen de uno de los dioses de la civilización maya, siendo, la fragancia, el tan buscado y deseado oro de nuestros antepasados.
El ambiente de vegetación y piedra en el que está situado, nos da una percepción de frescura, ¿quién no ha respirado alguna vez en medio de un bosque y ha notado como se le abrían las vías respiratorias?.
La frialdad que nos muestran los elementos utilizados, junto con la figura del cocodrilo, nos dan una idea de una colonia agresiva, fuerte, más característica del sexo masculino.
La situación del cocodrilo, como si se tratase de un ambiente oculto e inexplorado, proporciona una sensación de relajación invitando al cliente a entrar y a conocer el aroma de esta nueva fragancia.
Proceso de creación:
Para la elaboración de este escaparate se ha utilizado un bloque de porexpan expandido que se ha tallado con la ayuda de diversos utensilios.
Tras marcar las medidas con un fluorescente, se ha sacado la parte más gruesa del pórex con un cúter y una lima.
Según fue cogiendo forma, con una lija y un soldador de estaño, se han realizado los pequeños detalles: líneas de expresión, dientes, etc.
Primero, se ha modelado la mandíbula superior, dejando margen para formar los dientes, y luego la inferior, manteniendo el mismo proceso.
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