La fiesta infantil que os presento a continuación corresponde al cumpleaños del peque del año pasado, en la desescalada de los casi tres meses de confinamiento.
Aunque se hizo solo con los de casa y con su hermano pequeño como público infantil, el despliegue de medios bien podía valer para un evento multitudinario.
Cualquier cosa con tal de pasar el tiempo y que tuviese un cumple para recordar y… ¡vaya si lo recordó!… pero eso os lo iré explicando más adelante.
No recuerdo muy bien el porqué pero, durante ese confinamiento, a Darío se le dio por los faros; cuando jugábamos, la casa era un faro, los cuentos que nos inventábamos, tenían que ser de faros y, como no, en la decoración de su cumple, ¡también tenía que haber un faro!
Así que, aprovechando que me sigue muy bien el rollo para la organización de festejos y demás eventos, quedamos en que, entre los dos, y con material reciclado, prepararíamos la fiesta.
Fue ahí cuando toda la maquinaria de mi cabeza se puso a funcionar y decidí, sin que se diese cuenta, esconder los regalos dentro de las cajas que ya teníamos apartadas para la decoración:
«Xa preparei a estrutura do faro! a ver qué te parece, senón cambiámola «
«E estes serían os barcos, así faríamos o mástil e así a vela, gústache?»
Tras dar el visto bueno, se puso a pintar, sin imaginarse, ni por un momento, lo que contenían aquellas cajas recicladas.
Otra cosa que habláramos los días previos a la celebración era que quería que le preparase un mapa del tesoro (otro de los juegos realizados durante el confinamiento), fue así como, poco a poco, el cumpleaños, pasó a convertirse en una superaventura para el pequeño.
Tras comer cuatro chuches y soplar la vela llegó el momento de entregarle el mapa y, aunque él contaba con que el tesoro hacía referencia a los propios regalos, se quedó un poco descolocado cuando, en su lugar, encontró un cofre con monedas y una carta del Pirata Pata de Lata, el culpable de que sus regalos desapareciesen.
En dicha carta nos comunicaba que, para encontrar los regalos, deberíamos resolver los acertijos y, a partir de ahí, ¡su cara sí que fue un poema! Era algo con lo que no contaba.
Descifrados los acertijos solo queda decir que, entre la incertidumbre, la emoción, el ver que, en esas cajas que él había pintado, se encontraban sus regalos y el no saber muy bien cómo habían llegado hasta allí… simplemente… ALUCINÓ.
De ahí que, este año, ¡toca preparar otra aventura! el pequeño ya quería repetir la misma, pero lo convencí para cambiar la temática… ¡Los detectives de la casa del árbol serán nuestra próxima inspiración!
Como parte negativa de toda esta historia decir que, el Pirata Pata de Lata ¡nos siguió dando la lata! Y sino que se lo pregunten a abu Pepe.